Desde el Parc Científic de la Universitat de València lamentamos profundamente el fallecimiento de Rosa Montoro, científica del Instituto de Agroquímica y Tecnología de Alimentos (IATA-CSIC) en el área de conservación y seguridad alimentaria, a los 85 años. Su trayectoria, estrechamente ligada al crecimiento y consolidación del IATA, la convierte en una figura imprescindible en la historia del centro
Rosa Montoro, Rosita para sus seres queridos, formó parte del Instituto de Agroquímica y Tecnología de los Alimentos (IATA-CSIC) desde sus primeros años, cuando el instituto tenía su sede en Calle Jaume Roig, 11, actual ubicación del Instituto de Biomedicina de Valencia (IBV-CSIC). Vivió así todas las etapas del desarrollo institucional del IATA, desde sus inicios junto a figuras fundacionales como Eduardo Primo Yúfera, hasta el traslado al Parc Científic de la Universitat de València (PCUV) en 1995, donde continuó su labor investigadora hasta su jubilación.
Una pionera en la toxicología alimentaria
Durante décadas, Rosa Montoro dirigió el grupo de contaminación metálica del IATA-CSIC, precedente directo del actual grupo de Enfoques Integrativos en Toxicología Alimentaria, hoy coordinado por Vicenta Devesa, Dinoraz Vélez, ambas formadas bajo su dirección, y Marta Arroyo. En un momento en que la investigación en seguridad alimentaria se centraba casi exclusivamente en la microbiología, Rosa Montoro supo anticipar el creciente papel de los riesgos químicos en los alimentos, orientando su investigación hacia un campo entonces emergente.
“Fue una gran luchadora y una pionera en el área de la toxicología alimentaria, especialmente en el estudio de metales”, recuerda Dinoraz Vélez.
Vicenta Devesa añade: “Tanto en los ensayos de biodisponibilidad, como en la identificación y cuantificación de especies químicas de metales y en el estudio de cómo el procesado de los alimentos influye en la transferencia de contaminantes, su contribución científica ha sido extraordinaria”.
Compromiso internacional y ciencia con impacto social
Rosa Montoro creó numerosas redes de colaboración científica, con especial atención a la cooperación con países latinoamericanos. Buena parte de su trabajo estuvo dedicada al estudio de poblaciones expuestas a arsénico en diversas regiones de América del Sur, contribuyendo a comprender mejor sus efectos tóxicos y a diseñar estrategias preventivas.
“Tanto en los ensayos de biodisponibilidad, como en la identificación y cuantificación de especies químicas de metales y en el estudio de cómo el procesado de los alimentos influye en la transferencia de contaminantes, su contribución científica ha sido extraordinaria”, Dinoraz Vélez, coordinadora del grupo de Enfoques Integrativos en Toxicología Alimentaria del IATA y formada por Rosa Montoro
Su vocación de servicio público se reflejó también en su papel durante el Desastre de Aznalcóllar (1998), uno de los episodios ambientales más graves de la historia reciente de España. Montoro fue una de las responsables del CSIC en la respuesta científica a la emergencia. El equipo, integrado por 17 doctores —entre ellos el microbiólogo César Nombela o el entonces director de la Estación Biológica de Doñana, Miguel Ferrer—, realizó una exhaustiva caracterización del nivel de contaminantes tóxicos en aguas, lodos, suelos y seres vivos afectados por el vertido tóxico. Sus aportaciones fueron esenciales para determinar el nivel de contaminación y orientar la gestión posterior del desastre.
Un legado que perdura
Rosa Montoro será recordada no solo por sus aportaciones científicas, sino también por su integridad, su capacidad de trabajo y su compromiso con la formación de nuevas generaciones. Su influencia continúa viva en el actual grupo de Enfoques Integrativos en Toxicología Alimentaria, en los numerosos investigadores e investigadoras que formó y en el desarrollo histórico del IATA.
Su legado científico, humano e institucional es parte inseparable de la identidad del IATA. El centro de investigación del PCUV la despide con profundo agradecimiento y admiración.
Fuente: IATA
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