Personal investigador del Instituto Cavanilles de Biodiversidad y Biología Evolutiva (ICBiBE) y de la Universidad de Oporto han identificado y caracterizado iridiscencia en la coloración dorsal de la lagartija parda (Podarcis liolepis), un fenómeno óptico por el cual los colores reflejados por una superficie cambian según el ángulo entre el observador y la fuente de luz. Podarcis liolepis, una especie común en el este de la Península Ibérica, muestra este fenómeno en su dorso, y por primera vez se ha evaluado cómo estos cambios cromáticos son percibidos por observadores con distintos sistemas de visión del color, como lagartijas, aves y humanos
El trabajo publicado en la revista Journal of Zoology sugiere que la iridiscencia podría estar mucho más extendida entre los reptiles de lo que se piensa, y que su aparente rareza puede deberse más a una falta de estudios adecuados que a su verdadera escasez, según explica Javier Ábalos, investigador del Departamento de Etología del Instituto Cavanilles de Biodiversidad y Biología Evolutiva (ICBiBE), ubicado en el área científico-académica del Parc Científic de la Universitat de València. La iridiscencia es la base de muchos de los colores más llamativos en la naturaleza (como en alas de mariposas o plumas de aves), aunque se sabe poco sobre si estos cambios son perceptibles para los animales que los ven.
Otro aspecto relevante del estudio es el uso de modelos visuales para comparar cómo se perciben los cambios de color inducidos por la iridiscencia desde la perspectiva de distintos observadores: lagartijas, aves rapaces y humanos. Se trata del primer trabajo en reptiles que aplica esta aproximación comparativa entre sistemas visuales, lo cual permite evaluar no solo los cambios físicos en la luz reflejada, sino también su impacto perceptual real. Esta distinción es clave para entender si la iridiscencia puede tener funciones adaptativas, como la comunicación o el camuflaje.
Los resultados revelan además que, en ciertos contextos, la iridiscencia dorsal de P. liolepis podría ser más visible para los depredadores aviares (y para los humanos) que para los propios individuos de la especie. Esto introduce una dimensión sensorial del fenómeno: los mismos cambios espectrales pueden resultar más o menos detectables en función de cómo se solapan con las sensibilidades de los conos fotoreceptores del observador. Así, la iridiscencia no puede entenderse únicamente como un rasgo físico, sino también como una interacción entre estructura óptica y percepción sensorial, tal y cómo se explica en la investigación en la que también han trabajado Guillem Pérez de Lanuza y Enrique Font, ambos profesores de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universitat de València, y Ferrán de la Cruz (Universidad de Porto).
Se trata del primer trabajo en reptiles que aplica esta aproximación comparativa entre sistemas visuales, lo cual permite evaluar no solo los cambios físicos en la luz reflejada, sino también su impacto perceptual real
En concreto, se ha analizado la iridiscencia en la coloración dorsal de Podarcis liolepis, comparando dos poblaciones con marcadas diferencias en su coloración: una en el Jardín Botánico de Valencia (de tonos marrones) y otra en el Paraje Natural Municipal de La Murta de Alzira (de colores más verdosos e intensos). Se ha medido la coloración de 87 lagartijas adultas desde tres ángulos de visualización distintos y usado modelos visuales para estimar cómo percibirían esos colores otros lagartos, aves y humanos.
Los resultados explican que, aunque las lagartijas del Botánico parecen exhibir una iridiscencia menos aparente, sus propiedades espectrales cambian con el ángulo de visualización tanto como los de La Murta. Sin embargo, estos cambios son más aparentes en La Murta debido a una mayor coincidencia entre las longitudes de onda afectadas y la sensibilidad visual de todos los observadores examinados, incluyendo humanos.
De esta forma, el trabajo muestra que la variación cromática dentro de la especie, por ejemplo, entre sexos o poblaciones, influye en la detectabilidad de la iridiscencia. A pesar de que los desplazamientos espectrales son similares, estos generan una mayor diferencia cromática en unas poblaciones que en otras, en parte debido a las características del color de fondo. Esta interacción entre coloración base e iridiscencia implica que su visibilidad puede estar modulada por otros rasgos fenotípicos y por el entorno, lo que abre nuevas vías para explorar su significado ecológico.
Fotografías del mismo ejemplar macho de lagartija parda (Podarcis liolepis) del Jardín Botánico, con segundos de diferencia, y desde dos ángulos de visualización distintos para ilustrar el aparente cambio en la coloración dorsal debido a la iridiscencia. Foto: UV Noticias
El estudio pone en cuestión la fiabilidad de la percepción humana como única herramienta para describir la coloración animal. Las diferencias detectadas entre observadores sugieren que muchas descripciones basadas en observación directa o en fotografía estándar podrían estar subestimando la variabilidad cromática real, especialmente cuando entran en juego fenómenos como la iridiscencia.
Esta investigación ha recibido una Ayuda Margarita Salas a Javier Ábalos (ref. MS21-053), otra a Ayuda FCT a Ferrán de la Cruz (ref. 2022.14105.BD), y al proyecto AICO/2021/113 de la Conselleria d’Innovació, Universitats, Ciència i Societat Digital y al proyecto PID2019‐104721GB‐I00 del Ministerio de Ciencia e Innovación.
Fuente: UV Noticias
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