Investigadores del Institut Cavanilles de la Universitat de València acaban de reformular la relación entre selección por parentesco y conflicto entre los sexos en muchas especies. En contra de lo que se sospechaba, el reconocimiento de parentesco provoca un aumento del conflicto, lo que podría reducir la supervivencia de las poblaciones. El trabajo, basado en nuevos modelos matemáticos, aparece publicado en Nature Ecology and Evolution.
Una cuestión fundamental en biología consiste en explicar por qué, en muchas especies, la evolución ha dado lugar a machos que dañan a las hembras durante el apareamiento hasta el punto de poner en peligro tanto su vida como la supervivencia de su propia población.
Hasta hoy, la comunidad científica sospechaba que la selección por parentesco –cooperación entre individuos emparentados para transmitir sus genes a las siguientes generaciones– podría paliar este conflicto entre los sexos y aumentar la capacidad de supervivencia de las poblaciones. El motivo era que los machos tienden a ser menos dañinos con las hembras cuando estas pueden ser fecundadas por algún pariente cercano que le ayude a incrementar su contribución genética a la siguiente generación.
El trabajo que acaba de publicar la revista Nature Ecology and Evolution, realizado mediante modelos matemáticos y codirigido por Pau Carazo, investigador del Institut Cavanilles de Biodiversitat i Biologia Evolutiva (ICBiBe), incorpora nuevos resultados a la investigación biológica.
El estudio desarrolla un marco teórico global para entender el baile evolutivo entre la selección por parentesco y el conflicto sexual, y confirma que dicha selección puede reducir tal conflicto en poblaciones cuyos individuos se dispersan poco o lo hacen en grupo junto a sus parientes.
La investigación revela, además, que donde existe un reconocimiento de parentesco el problema se agrava. Los machos serán menos dañinos con las hembras cuando tengan que competir con individuos emparentados, pero se ensañarán con ellas cuando reconozcan que sus rivales no son parientes suyos, agigantándose así el conflicto entre los sexos y pudiendo afectar a las poblaciones.
El reconocimiento de parentesco se da en casi todos los grandes grupos de animales, desde insectos a vertebrados, por lo que los resultados de este trabajo –una colaboración entre la Universitat de València, la University of St. Andrews (UK) y la Université Toulouse 1 Capitole (Francia)– pueden ser importantes para entender la evolución del conflicto sexual a lo largo del árbol de la vida.
“Sorprendentemente, la capacidad para reconocer a tus parientes incrementa los costes del conflicto sexual para la población, ya que los machos tenderán a ser menos dañinos cuando compitan contra hermanos, pero a la vez serán mucho más nocivos con las hembras cuando lo hagan con individuos no emparentados”, señala Pau Carazo. “En caso de no existir reconocimiento de parentesco –añade–, los machos operan bajo un velo de la ignorancia que disminuye el daño neto a las hembras, ya que desconocen si estas se reproducirán después con sus hermanos”.
El conflicto sexual incita a una carrera armamentística en la que la evolución dotará a los machos de adaptaciones que les permitan aparearse con más hembras que sus competidores, y a las hembras de adaptaciones para defenderse de los machos y de los daños que estos causan en ellas. La biología ha hecho añicos la representación clásica de la reproducción como empresa cooperativa entre machos y hembras, al demostrar en las últimas décadas que los sexos suelen verse envueltos en una batalla evolutiva sobre la reproducción.
“La batalla evolutiva entre los sexos ha dado lugar a multitud de adaptaciones en los machos que terminan dañando a las hembras, como eyaculados tóxicos, penes con espinas o cópulas forzadas. El daño a las hembras puede representar un verdadero problema para la especie, ya que puede llegar a reducir dramáticamente la viabilidad de una población hasta el punto de acercarla a la extinción”, concluye Pau Carazo.
Referencia:
Kin discrimination and demography modulate patterns of sexual conflict. Gonçalo S. Faria, Andy Gardner and Pau Carazo. Nature Ecology and Evolution DOI: 10.1038/s41559-020-1214-6
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